Pilares de la alimentación


Desde hace miles de años constituyen una fuente nutricia bÔsica. Su riqueza en fibra, sales minerales y vitaminas los convierte en imprescindibles para todas las edades. AdemÔs de ser alimentos ideales para mantener el peso, su ingestión es muy importante para la prevención de algunos cÔnceres y de las enfermedades cardiacas.

El Grupo Europeo de Prevención del CĆ”ncer considera que el consumo de una dieta rica en cereales se asocia con una reducción del riesgo de cĆ”ncer de colon y de recto», sostiene la nutricionista britĆ”nica Amanda Ursell. Dicho consumo tambiĆ©n parece proteger contra el tumor maligno de mama y el de próstata porque la abundante fibra y los estrógenos vegetales (lignanos) que contienen los cereales reducen el riesgo de las divisiones anormales de cĆ©lulas. Por otro lado, los lignanos tienen propiedades antioxidantes y antiinflamatorias que, junto con la vitamina E, previenen la enfermedad cardiaca.

Tales beneficios ponen de relieve la importancia de no dejar de consumir un alimento que forma parte de la dieta humana desde hace miles de aƱos, si bien la clase de cereal ha variado bastante segĆŗn la zonas geogrĆ”ficas: arroz (en toda Asia), maĆ­z (en las AmĆ©ricas), trigo, cebada y centeno (Europa), sorgo y mijo (Ɓfrica)… En torno a los cereales existe algo mĆ”s que cultura gastronómica; incluso generaron un autĆ©ntico culto, con sus propias deidades, en la medida en la cual su cultivo y conversión en base de la alimentación fue imprescindible para que los seres humanos pasaran de una existencia nómada a otra sedentaria.

¿Integrales o refinados?

Aunque el consumo actual de cereales es bastante elevado en forma de pan, bollos, pasteles, pastas, copos y otros productos, normalmente no se comen con cĆ”scara. Sin embargo, precisamente el modo mĆ”s sano y conveniente de consumirlos es como «integrales». Cuanto mĆ”s refinados son, menor resulta su valor nutritivo.

Los de mayor consumo, como el trigo y el arroz, se comercializan tras haberlos sometido a una serie de manipulaciones. La mÔs habitual es la eliminación de la cÔscara en la molienda, con lo cual pierden gran parte de su valor nutricio, especialmente la vitamina B que se encuentra en ella.

Por otra parte, los cereales procesados industrialmente –como los modernos preparados para desayunos y los destinados al consumo infantil (galletas y bollos)– estĆ”n enriquecidos de forma artificial con vitaminas y llevan incorporadas importantes cantidades de sal, azĆŗcar y grasas hidrogenadas de origen animal (mantequilla o manteca), derivados lĆ”cteos y huevo. TambiĆ©n algunos panes que se venden como «dietĆ©ticos» y los que se mantienen crujientes y tiernos durante mucho tiempo (pan de molde, picos, palitos, biscotes, etcĆ©tera) contienen grasas en su composición, por lo cual su contenido calórico se incrementa respecto al pan integral. Es preciso reducir todos estos alimentos de la dieta y, mejor aĆŗn, suprimirlos. AdemĆ”s de los peligros escondidos son alimentos desprovistos de nutrientes que causan problemas digestivos graves, favorecen la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiacas y diversos cĆ”nceres.

Fuentes de nutrientes

Suele alegarse que el consumo excesivo de granos puede producir reacciones alĆ©rgicas al gluten que contienen, o bien que la presencia de ciertos compuestos fibrosos, los llamados fitatos, reducen la capacidad del organismo de absorber el calcio. Sin embargo, estos inconvenientes no deberĆ­an ser óbice para no consumirlos regularmente. Hay preparados especĆ­ficos para celĆ­acos y, ademĆ”s, algunos cereales como el amaranto, la quinoa y el maĆ­z, no contienen gluten. Las posibles molestias digestivas que a veces generan pueden solventarse masticĆ”ndolos suficientemente. Su riqueza en sales minerales como hierro, selenio, potasio, magnesio, zinc y cobre, ademĆ”s de vitaminas B1, B3 y B6, los convierte en excelentes aliados de nuestra salud. Es cierto que casi todos ellos carecen de dos aminoĆ”cidos esenciales –la lisina y la metionina- y que, por sĆ­ mismos, no pueden asegurar un equilibrio alimentario completo, pero por ello, desde tiempo inmemorial, se han combinado con las legumbres

Christine Bourgoin comenta al respecto que «de forma empĆ­rica o instintiva, pero siempre con mucha sensatez, todos los pueblos han asociado cereales y leguminosas». Esta asociación permite obtener una elevada cantidad de proteĆ­nas. No debe olvidarse tampoco que su contenido en grasas es muy bajo, de ahĆ­ que estĆ©n muy indicados para dietas de adelgazamiento y que tambiĆ©n ayuden a reducir el colesterol.

Como los cereales contienen muy poca agua son fÔciles de conservar. Se recomienda guardarlos en recipientes herméticos, en lugar seco y oscuro. Los granos integrales pueden almacenarse durante dos años; los copos y harinas deben consumirse en un plazo de tres meses desde la fecha de elaboración.

Pueden cocinarse de muchas maneras. AdemÔs de su empleo como harinas para amasar pan, pastas, etcétera, los granos integrales pueden añadirse a los guisos y estofados. Los troceados (bulgur, espelta) o de tamaño mÔs reducido (amaranto, couscous) se emplean solos o para espesar sopas, o mezclados con harinas para galletas o pastas. Todos los cereales deben lavarse con agua fría antes de cocerlos; se recomienda incluso que se tuesten sin aceite antes de hervirlos para potenciar su sabor y favorecer su digestión. Primero se hierve el agua necesaria y luego se añade el grano lavado, se cubre con una tapa y se cuece hasta que el líquido se haya absorbido por completo. Se dejan reposar durante cinco minutos antes de quitar la tapa. Así preparados, es fÔcil incluirlos en casi todas las comidas, mezclados con legumbres y verduras.

Las bebidas de cereales también resultan deliciosas y nutritivas y pueden tomarse a diario así como los ricos panes de cereales germinados, o los germinados de cereales integrales (sólo estos germinan), ya que la mayor parte de sus nutrientes estÔ almacenada en el germen.

AƱo Cero

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.